domingo, 3 de marzo de 2013

S.O.S

Y en tardes así necesito que me salves. Que solo tú entiendes el verdadero significado de la palabra, y creo que con eso lo digo todo. Cualquiera que pudiese atribuirse ese merito se merece el infinito.
Puedes protegerte, ignorarlo, incluso justificarte y pensar que nunca hubiese funcionado, pero en el fondo sabes que sí, que podrías ser feliz, reventar los límites de la felicidad, conmigo.
Romper los records, reinventarnos, empezar de cero, olvidarnos del ruido.
Y sé que los demás, los de siempre, intentan salvarme para que olvide que solo tú lo consigues.
A veces cuando lo intentan, disimulan y me hablan de huidas a playas lejanas con paquetes de pipas y cervezas, me llevan a bares y me pinto los labios de rojo, me sacan a bailar y me enseñan una vida sin ti.
Hacen el amago de hacerme olvidar atardeceres y lágrimas saladas. Pero entonces vuelves, ordenas mi desorden y vuelves a irte. Y yo vuelvo a ser un desastre con los labios de rojo y un vestido corto.

La tristeza feliz

Algunas cosas debemos aprenderlas una y otra vez. No importa lo que nos haya marcado en nuestra vida. Debemos repetir el error, y aprender. Porque solo así somos libres, siendo minúsculos, siendo errores transcendentales y relojes olvidados, junto con calendarios y el pasado mañana.
La tristeza debería ser medida, para luego ser clasificada y ordenada.
Lágrimas adjuntas en la carpeta de tristeza Febrero dos mil trece. Cada persona debería tener su archivo de lágrimas.  A veces pienso creo que dicen más de una persona que las sonrisas.
Hay muchos tipos de tristeza, pero la más famosa en mi archivo es la tristeza que podía haber sido evitada, no sé si me explico. La tristeza por elección, como cuando te quedas en casa un sábado por la tarde por que llueve, la salida fácil, el camino corto. Es la que atrapa, enreda y debilita el alma, y a veces, el lagrimal.