viernes, 12 de abril de 2013

Dancing queen.


Era de madrugada. Más de las tres pero no superaba las cinco. Quizá parezca que no es un dato de gran importancia, pero creo que es necesario recordar, que es de madrugada cuando ocurren cosas maravillosas y excepcionales. Es en esta franja horaria cuando se encuentran grandes respuestas en forma de revelaciones, y porque no decir que las preside la casualidad.
Al ritmo que se fumaba un cigarro, un amigo nos confesaba que es cuando baila con una chica se da cuenta si valdría la pena enamorarse. Que es en el preciso instante cuando le da una vuelta a la bailarina, se fija en qué tipo de persona tiene cogida de la mano, mirándola a los ojos, encuentra la magia o el sueño en su defecto. Y no solo tiene pensamientos amorosos en esos segundos, a veces se imagina a aquella chica en unos años, perdiendo autobuses, o en una biblioteca buscando su género literario favorito, luego su escritor y por ultimo ese libro que con orgullo mantiene en la mesita de noche, se la imagina eligiendo el vestido que llevaría esa noche, y pintándose los labios rojos con los que marcaba las copas.
Se la imagina, que no es poco. Fue cuando pensé que todos tenemos una serie de revelaciones, en sucesos ordinarios o comunes, que nosotros vemos fuera de lo común, y por lo tanto interesantes.
Que la atracción solo es eso, un interés, algo así como una fuerza magnética que hace que hagamos confesiones ebrios, y esta vez no hablo de alcohol, sino de magia.
Gracias a recuerdos del sábado por la noche, los domingos sigo creyendo que ahí fuera existe lo inimaginable. No apto para escépticos.

                                                                                                      Foto:fuente: tumblr