Si he de alegar algún argumento ante
mi defensa solo diré que no encontré el camino, ni el principio, ni
una breve introducción, de lo que me esperaba. Anduve con los ojos
cerrados, por mi propio bien, ni pestañee. Mi mayor bien fue
perderme, y seguir sin encontrarme hasta el día de hoy, si mi bien
fue ese, no debería pensar en mi mal. Llamadme dramática, egoísta
y posesiva, seguramente lo sea, pero nadie me podrá negar nunca que
fui inocente, ya que no sabia a lo que me exponía, caminando con fe
ciega, y hablando de sentimentalismo.
No conocía la perdida, en todos sus
sentidos, tampoco la arrogancia, ni el desprecio, solo podía hablar
de lo que conocía, el desamor. Bonita palabra, como algo tan puro es
capaz de deshacerse, de adjuntar ese prefijo. No conociéndolo, así
se puede destrozar y por lo tanto, deshacer. Sé que resulta algo
patético, pero creo que a todo el mundo le ha pasado alguna vez, un
desengaño un desajuste en tu vida monótona y perfeccionista. Todas
las palabras con ese prefijo son tan apacibles en el dolor, son como
la hoja de un cuchillo... tan cortante, y desconcertante.
Aveces me pregunto si existirá lo
real, la idea principal que usan los guionistas de las películas de
Meg Ryan. Tengo que confesarlo:
Cuando estaba en quinto o sexto de primaria decidí que quería
encontrar a alguien que me cambiase, y me hiciese sentir todo aquello
de lo que hablaban en esas películas. O al menos llegar a
entenderlo. Solamente era una cría que quería cambiar el mundo. Quería cambiar el mundo empezando por
cambiar la vida de alguien que tuviese el mismo propósito con la
mía. No sé si me explico.
Querida Meg Ryan, que daño has echo al
subconsciente de las chicas adolescentes. Cuando la fe ciega, deja de
alimentarse, cuando te cansas de creer y no ver... entonces dejas de
creer en las lovestorys, en los “quedate una noche mas” y los
“buenos días princesa”. Como la película la vida es bella,
aprender que el amor lo puede todo, y si no es posible, lo cree, y lo
intenta, y se arriesga y se moja.
Con cualquier acusación de la extinción de la caballerosidad
ellos alagan que cada día quedan menos "princesas" , y es
comprensible. Aquella princesa se hartó de todos los diplomados en
marketing aplicado a las ciencias del corazón(o lo que viene siendo
a ser un cabrón).
Solo digo que, ahora el príncipe azul
te manda un “buenas noches princesa, te quiero” por What App, y
no se moja, no te espera en tu portal con veinticuatro rosas,
esmoquin y empapado por la lluvia, solo para desearte buenas noches.
Ya no se mojan. Ya no hay caballeros, lo más próximo es un pijo con
camisa de Spagnolo dispuesto a invitarte a todos los gin-tonics que
pidas esta noche.